Historias cortitas - Hijo de tambo.- Publicado en www.elcorraldeltordillo.com el 12 de junio de 2009

sábado, 16 de agosto de 2014

Hijo de tambo.-

El sol caliente de los últimos días de Semana Santa, rebotaba contra el patio de pedregullo, un árido desierto central que separaba los galpones de los milicos de las celdas de los prisioneros, el lugar era un cuartel de la reserve allá por la calle Dante.

En Montevideo, el verano del 68 se había peleado en las calles, los obreros y estudiantes juntos, se manifestaban día tras día lanzándose en concentraciones relámpago, unas programadas, otras espontáneas…palos…atropelladas de caballos de la republicana…corridas…chichones…mas corridas…vuelta a juntarse…ahora aquí…dentro de media hora a tres cuadras, era una vorágine de militancia, la gente del IAVA y de Facultad de Derecho, hacían la vanguardia y los alrededores de esas instituciones se volvían en el imán que atraía a todos los estudiantes de la ciudad.

Yo, victima de una corrida lenta y un esquive errado, caigo bajo las patas de un caballo allá por Tristán Narvaja y Colonia, del forro me sacan los milicos para depositarme en ese cuartel, no se hasta cuando, y como en el tango…fumando espero.

Un miliquito de casi mi misma edad hace guardia en el patio, durito, con mas cara de asustado que nosotros los que estamos enjaulados, sus manos me dicen que es de Florida o sus alrededores, la piel curtida y cuarteada, los dedos todavía encorvados como agarrando teta, apretando el arma como quien apreta en el ordeñe, ese muchacho era definitivamente un hijo de tambo y hacia pocos días que estaba en la capital.

Yo esperaba que se acercara para entablar conversación, el ronceaba curioso pero mantenía la distancia de las jaulas, debajo de la chaqueta del uniforme se le notaba un bulto que no correspondía con el reglamento y a cada rato después de mirar para todos lados, acercaba la oreja lo mas que podía a esa parte abultada del pecho, se sonreía, agitaba un puño como festejando y entre dientes decía algo que yo no podía escuchar.

Lo llame, se acerco entre sigiloso y dudoso y le dije a bocajarro… ¿a vos te conozco, sos de Isla Mala?, la respuesta inmediata fue… “No, de Villa Vieja…” “ah, yo soy de la Cuchilla Santarcieri… me parecía que te conocía, debe ser del pueblo”… así comenzó el dialogo, sin mirarme, siempre de espaldas a las jaulas para que no lo vieran hablando con un preso.

Al día siguiente a las nueve de la mañana, otra vez de guardia, se paro frente a mi celda, el bulto en el pecho todavía estaba en el mismo lugar, pero esta vez, el miliquito, le había subido la voz a la Spica que escondía y ahí si, dos floridenses con complicidad y a escondidas escuchábamos la Vuelta Ciclista y seguíamos a lo lejos pero de cerca, las proezas de Francisco Pérez, la política y su trabajo nos dividían, el ser floridenses e hinchas de un grande del ciclismo, nos unía en ese extraño momento y en ese extraño lugar.

El Tordillo (Juan Alberto Pintos Lecuna)
http://www.elcorraldeltordillo.com/ 

0 comentarios :